Creo en una Comunicación que se escribe con palabras, y que es relato, un relato con sentido, que al mismo tiempo se planifica y se improvisa, y que es estrategia pero también es arte. 

Creo en una Comunicación que es creativa y que destaca, porque es diferente y diferenciadora.

Creo en una Comunicación que compromete, que va delante de la acción, porque, además de reflejarla y difundirla, la inspira. Una Comunicación que es un decir que condiciona el hacer, y que embellece por fuera porque hace a las marcas más bellas por dentro. 

Creo en una Comunicación que se dimensiona y prescribe desde los medios de comunicación que de verdad dimensionan y prescriben.

Creo en una Comunicación que respeta y admira al periodismo.

Creo en una Comunicación que vende sin vender, y que va más allá del producto para llegar a las ideas y al conocimiento.

Creo en una Comunicación que se deja compartir, y que busca la complicidad de las personas.

Creo en una Comunicación arropada por empleados y clientes que sienten las marcas como suyas propias y que están dispuestos a darles publicidad gratuita porque las consideran parte de su vida.

Creo en una Comunicación que no está confinada en un departamento, que es una cultura a la que todos contribuyen y en la que todos suman.

Creo en una Comunicación que hace constantemente cosas, que es operativa y logra resultados. Creo en una Comunicación que no es fantasma, ni hecha por fantasmas, y que es tan real y perceptible como la vida misma.

Creo en una Comunicación que acompaña siempre al lobby, y le da transparencia, porque sin transparencia el lobby ya no sirve para nada.

Creo en una Comunicación que busca convencer más que vencer, y crear estados de opinión. Creo en la simbiosis y la convergencia poco estudiada entre RR.PP. y Opinión Pública.

Creo en una Comunicación hecha por profesionales de la Comunicación y las Relaciones Públicas, y nada más tengo que añadir al respecto.

Creo en el valor que aportan los profesionales que han trabajado con muchas empresas de muchos sectores diferentes y estoy convencido de que ocho horas semanales de un consultor cualificado pueden aportar mucho más que ocho horas diarias de un empleado dedicado en exclusiva a una sola empresa.

Creo en una Comunicación que transciende de verdad. Y creo muy poco en ese masajeo mutuo de community managers que se dedican a darse me gusta unos a otros y que no han pisado un medio en su vida.

Creo en la Comunicación que cuenta cosas, cosas que importan, y no en la que da los buenos días ni se llena de mensajes de auto-ayuda, eso que nos invitan a comernos la semana como si fuera un sándwich.

Creo en una Comunicación que implica a los directivos y que exige tiempo de ellos.

Creo en una Comunicación que aporta valor a las grandes marcas y sobre todo a las pequeñas que no pueden permitirse grandes inversiones en planes de medios y marketing directo.

Creo en una Comunicación que cuesta dinero, porque cuesta mucho más no tenerla.

Creo en la Economía del Buen Nombre, y en la trascendencia de la Comunicación para desenvolverse en ella.

Creo en una Comunicación que ayuda a gestionar mejor las crisis, pero sobre todo a prevenirlas.

Creo en el Valor Social de la Comunicación, y en que la Comunicación obliga a las empresas a ser más coherentes, más honestas y más éticas ante sus públicos y su entorno.

Creo que la Comunicación convierte a los negocios en empresas, y hace a la empresa más empresa, aportándole visión, trascendencia y mirada a medio y largo plazo.

Creo en el poder transformador de la Comunicación.

Y amén.